miércoles, 3 de diciembre de 2014

Sería muy pesimista empezar diciendo que soy un desastre. Un desastre en todo lo atañado a lo formal. Un desastre en todo lo que esté relacionado con vivir. Que no es todo, porque hay días, o semanas, incluso meses, que solo subsisto. Soy ese Don Quijote que vivía en su mundo de ensoñaciones y luchaba con gigantes para ser derrotado al pie de un molino. Que tenía su escudero y, sin embargo, nada pudo evitarle caer con el alma al suelo. Soy ese principito que todos hemos leído sin entender una mierda, porque ese, es libro para otras edades. Aquello son letras que no entiendes si la vida no te ha destronado todavía. Soy la hermana de un genio, la sombra de su estela y orgullosa de serlo. Soy la hija de una luchadora innata, costurera de las mejores heridas, y ejemplo en la vida. Soy también amiga de un artista, que no es siempre el ultimo en caer, pero si el primero en levantarme tras una caída. Soy Barcelona en una promesa. Madrid en un verso. Y Zaragoza... en su origen. Soy la esquela de la ilusión cada Noviembre, el frío entre los huesos del invierno y el calor de un abrazo siempre que puedo. Soy una sonrisa pero también lagrima fácil. Más alma que cuerpo y menos realidad que sueños. Contradictoria hasta los huesos. Las letras las llevo en la sangre y a los demás en el pecho izquierdo, que late más fuerte que nunca y desgarra como jamás un verano lo había hecho. El ventrículo izquierdo le pide tregua al derecho, y así, sin revanchas, acaban los dos sufriendo. Es que soy un viaje en autobús un Viernes por la tarde, las seis y media donde siempre. Ese "Mamá todo irá bien" que nunca dije pero se sobreentiende. Aquel "Yeray, siempre serás mi heroe". Y todos los "te quiero" que nunca he dicho por miedo a escuchar un "yo también" por respuesta.

Soy un desastre con la mejor suerte del mundo. Y por eso soy, aunque a veces no esté y eso... eso os lo debo