jueves, 29 de agosto de 2013

No juzgues, y piensa por ti mismo.

Una persona te puede caer mal, por su forma de ser o por su trato contigo, porque es difícil llevarse bien con todos los seres humanos de la tierra. Una persona puede cometer errores porque aquí el que sea libre de pecado que tire la primera piedra. Pero no por ello creo que se pueda juzgar a alguien sin compasión. Es cierto que todos cometemos errores, en mayor o menor medida. A mi desde pequeña me han enseñado que de tus propios errores y de los errores del vecino se puede aprender. Que si te das un tortazo pues te levantas y sigues adelante. Y ante todo me han enseñado que no se juzga a alguien por lo que ha sido, ni por lo que es. Somos libres de ir y venir de donde nos de la gana, no creo que sea necesario tener que dar explicaciones. Somos libre de darnos con una, dos, tres o las piedras que nos de la gana. Pero si somos libres para todo esto, también somos adultos para aprender. Creo que a una persona dispuesta y trabajadora no hay que despreciarla por lo que ha sido o por lo que es, e incluso por los errores que ha cometido. Si todos hiciéramos eso con las personas que nos rodean terminaríamos trabajando solos y viviendo en nuestra propia nube de algodón. En el fondo, mal que nos pese, terminamos necesitando a las personas. Igual que una pirámide egipcia no la construyó una sola persona, lo mismo pasa con nuestras vidas. No la creamos y modelamos nosotros solos. Siempre tenemos a gente a nuestro lado que, mejor o peor, nos ayudan a modelar nuestro camino y a aprender, cada uno a su manera, pero aprender. Creo que incluso yo he cometido errores garrafales, de los de "tierra trágame" pero siempre y digo SIEMPRE, se me ha concedido el don de la duda y las oportunidades. Si a nosotros mismos nos lo hacen, confían en nosotros y nos dejan volverlo a intentar... ¿Por qué no podemos ser así con todo el mundo? Creo que nadie está en la condición de juzgar al resto. Porque la perfección no existe. Somos seres imperfectos en un mundo en el que la sociedad influye tanto en lo que pensamos que no podemos opinar por nosotros mismos porque en cuanto alguien nos lleva la contraria creemos que nos van a lavar el cerebro. Ahora, si todos pensáramos igual, ¿Qué gracia tendrían las relaciones? No me refiero a amor solo, sino los amigos, la familia, los conocidos... No podemos pensar todos por igual, todo se vuelve monótono.

martes, 27 de agosto de 2013

Microrrelato inspiración.

"La chica sonríe, pero su sonrisa no hace más que esconder lo que verdaderamente siente. Sus auriculares hacen que Pablo Alborán y Malú retumben en sus oídos con "Vuelvo a verte". Odia estar sola, relativamente, tiene a sus amigas y a su familia, pero Madrid se convierte en una ciudad muy grande sin sus abrazos, besos, caricias, palabras, paseos infinitos. En el fondo, el rol de chica fría y valiente no acaba de cuadrarle. Quiere volver a sentir las mariposas en el estómago, unos brazos que la agarren fuerte, alguien que la susurre cosas bonitas, alguien que nunca la abandone. Sabe que los príncipes azules no existe, pero ese chico especial sí. Y así poco a poco vaga libremente por las calles de Madrid. Con parejas que ni se percatan de su presencia. Con parejas enamoradas, o eso parece."

Nadie elige con quien enamorarse, ni cuando, ni la edad.

Ella sonríe como una estúpida. Lo lleva haciendo desde hace semanas. Hacía meses que no se sentía tan llena. Y es que ese chico consigue sacarle lo mejor de ella misma. Se siente llena. Nada ni nadie puede vaciar un corazón tan lleno de amor. Aunque sabe perfectamente que los corazones no se llenan de golpe y porrazo, sino poco a poco. Le encanta. No le importa nada si es a su lado. No quiere perderle. Abrazos, besos, miradas, caricias, sonrisas absurdas, palabras bonitas... ¡Es tan feliz! Poco a poco va recordando como se hacía la dura, como ella misma decía "Yo nunca me volveré a enamorar". Ahora no sabe hacer otra cosa más que tragarse sus palabras y pensar en él. Se siente como una niña pequeña, pero no la importa. Ahora sabe que ese tiempo que ha pasado sola, disfrutando de si misma, de las personas que la rodeaban, de aquellos que si son amigos de verdad, la ha venido bien. No quiso lanzarse a aventuras sin sentido después de aquel 18 de Enero. Y pensar que ha tenido que pasar un año y siete meses para volverse a enamorar. Así si. Porque esto no es una historia pasajera. Esta es su historia. Por fin vuelve a confiar en una persona del sexo opuesto. Es tan duro abandonar el rencor y el miedo que le parece mentira haberlo conseguido. 
No sabe ni como ni por qué, pero así ocurrió. No estaba premeditado, lo cual hace que esta historia sea más especial aún. Nadie les obligó, todo fue surgiendo poco a poco, aunque quizá un poco rápido. Pero no es tiempo para lamentos... Quiere seguir siendo feliz a su lado.
Él sonríe, parecen dos estúpidos enamorados. No lo parecen. Lo son. Y es que cuando alguien se enamora no elige el sitio, ni la persona, ni la edad, ni el momento. Todo viene solo, pero a su momento.