martes, 16 de febrero de 2016

Caperucita dejó de llorar y decidió darle patadas a la vida.

Y estaba enganchada a él. Como un drogadicto a la heroína. Cono un ratón de biblioteca a un buen libro. Como un compositor a su guitarra.
Se había estancado. Su vida no avanzaba y se sentía perdida en un mundo que no paraba de girar.
Había echado al lobo de su vida, para siempre. Pero el lobo, en esos quince meses consiguió moldear a Caperucita y ahora que el lobo se había ido, una parte de Caperucita lo hacia con él. Y así fue como Caperucita se quedó sin cuento, pero puso fuerza y voluntad para crear su propio cuento.
Así fue como, por primera vez en la historia de los cuentos, Caperucita no era la víctima.

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