domingo, 21 de agosto de 2016

No juzgues a una persona por tener piercing.

Hace un mes alguien me dijo que con un piercing no iba a ser un buen ejemplo a seguir, que como futura maestra debería quitármelo, que mis alumnos iban a querer copiarme y que como madre que quería ser iba a dar muy mal ejemplo a mis hijos. Quizá este sea uno de los muchos motivos por los que a día de hoy no sigamos juntos. Pero voy a contarte algo, y sí, te dedico esta entrada guapo.

He estado trece días con chicos y chicas entre 12 y 16 años, además de niños y niñas entre 9 y 12 años. Toda una diversidad, cada uno de su padre y de su madre. Con sus dudas, sus inseguridades, sus miedos, sus ilusiones, sus sonrisas, sus esperanzas, sus sueños. Hemos compartido vida durante trece días, más que suficientes para que ellos me hayan dejado marca y yo haya marcado un trocito de su pequeño corazón.

Muchos de ellos son niños y niñas que veo de año en año, que no tengo más contacto con ellos que esos trece días. Cada año que pasa les ves un poco menos pequeños y un poco más mayores. Ves el estirón que pegan, lo mucho que maduran en cuanto a razonamientos y las ganas que le ponen a la vida. Este año estaba con 13 adolescentes a los que había que dar ejemplo, doce si quitamos a mi hermana que ya le doy ejemplo todos los días. Te diré algo, el piercing no condicionó para nada el cariño que todos los niños y niñas recibieron por mi parte, ni los consejos, ni los abrazos, ni las riñas. El piercing en mi nariz no condicionó que los chavales se me acercaran, me preguntaran, me pidieran mimos e incluso que discutieran conmigo. El piercing no condicionó que una madre me dejara a su bebé de trece meses.

Muchos curiosos como niños que son me preguntaban por qué me lo había hecho, que si dolía y cuánto hacía que lo tenía, pero no lo hacían para juzgar después, sino porque simplemente les removía esa curiosidad, muchas veces inocente, que les caracteriza. Una tarde, en el tiempo libre, unas cuantas niñas de sexto de primaria se sentaron a mi lado para que les contase como es mi vida en Oviedo y salió el por qué del piercing. Yo les expliqué, como lo hice contigo en su momento, que el piercing marcaba un antes y un después en mi vida, una señal que indicaba que atrás había quedado la Noemí débil y ese mismo día había salido la Noemí que hace lo que le da la gana sin romper sus valores y sin importarle lo que diga el mundo. Obviamente no les dí más detalles, que no dejan de ser niñas. Una de ellas me abrazó y me dijo que era la mejor, que ojalá ella fuese tan fuerte como yo y no se dejase llevar por lo que los demás opinasen.

Se encuentran en una edad difícil, los doce, esa edad en la que aún no sabes si tienes el pavo o eres una niña. Esa edad en la que si te llaman "gorda" el mundo con todo su peso se te cae encima para aplastarte y ahogarte. Te voy a decir algo, aquellas palabras de esa niña me hicieron ver que lo estoy haciendo bien y que ya sea con un piercing en la nariz, estoy demostrando a niñas con debilidad que hay que ser fuerte en este mundo tan desigual.

Así que para ti probablemente una madre con un piercing sea la peor de las madres o una maestra con un piercing sea de las peores. Pero yo te digo que el físico es solamente eso, físico y el exterior es solamente eso, exterior. Que lo realmente importante son los valores que puedes transmitir a la infancia, que es el futuro de la sociedad.

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