A esto lo llamo yo una paranoia inspiradora...

El chico mira por la ventana, en realidad no es mucho lo que se ve, tan solo un enorme patio de luces, pero incluso eso consigue relajarle. Intenta evadirse de todo, desaparecer en ese horror. Cualquier esfuerzo por desaparecer es imposible. A lo lejos, en el salón de su casa se oyen los gritos de sus padres. Discuten otra vez. En realidad lo llevan haciendo desde hace un par de meses, pero esta última semana todo se ha profundizado más. Incluso se atrevería a apostar que su padre propina palizas a su madre. Pero no está seguro. Cuando comienzan a discutir procura esconderse en algún sitio lo suficientemente alejado del lugar. Pero ese día todo es diferente. Las voces son mayores. Los llantos de su madre se ahogan entre los gritos sordos de su padre. No sabe que hacer. Tiene miedo. Quiere salir. Gritar. Obligarles a parar. Pero no se atreve, por miedo a la reacción que puedan tener.
En aquel momento se oye un ruido. Algo rompiendose. No llega a comprender que ocurre. Los gritos han cesado. En realidad la casa se ha quedado en total silencio. El chico se acerca a la puerta para poder escuchar mejor. Lentamente la abre. Nada. Todo está en silencio, incluso donde antes sus padres estaban en bronca ya no se oye nada. Sale al pasillo. El silencio resulta incluso incómodo. Intenta dar unos pasos pero una sombra se lo impide. Es su padre. En aquel momento todo pasa demasiado rápido. Su padre huye de la sala como un niño que sabe que ha hecho algo malo por lo cual le van a castigar. El joven, sin saber muy bien que hacer se aproxíma hasta el salón y encuentra allí el cuerpo abatido de su madre. Preso de la locura, llora. Chilla. Maldice el día en el que su madre conoció a ese ser. Ahora la ha perdido. Ahora tan solo le queda el leve recuerdo de las noches frías de invierno cuando le cantaba canciones antes de dormir...