Chico y chica. Todo empezó en una tarde de Diciembre, no hizo falta el alcohol ni nada parecido. Solamente las palabras. Les separaba mucho. Muchísimo. Tanto kilómetros como tiempo para verse. Ella sonreía a cada palabra que leía de aquel chiquillo de ojos oscuros. Era mayor que él, nueve meses. Pero no la importaba. Hacía mucho que las mariposas no bailoteaban en su barriga. Había pasado demasiado desde que no sonreía al mirar el móvil y su corazón latía más fuerte de lo habitual. Lo había encontrado. Daba igual la distancia. Ella soñaba con el día en el que le tendría a su lado y podría susurrarle tantos "Te Quiero" como minutos tiene el día. Quería besarle y no separarse nunca de su lado. Un motivo más para aprobar todas. Un motivo más para cambiar de ciudad. Un motivo más para ser feliz. Un pequeño escritorcillo, así lo había llamado. Él tan atento que parecía surrealista. Siempre preguntando. Nunca incomodando. Un príncipe azul que no tenía muchos lujos salvo un corazón de oro y mucho cariño que dar. No necesitaba ser transformado ya era buena persona de fábrica. Y es que dice que los adolescentes se enamoran y desenamoran con demasiada facilidad. Que no le dan importancia al amor y todo tipo de rollos. Que un día les gusta uno y al día siguiente otro. Pero lo de éstos dos era diferente. Se querían. Había química entre ellos. Y a cada minuto que pasaba ella estaba más segura de que él la haría la chica más feliz y de que su vida dependía poco a poco de él. Un pequeño escritorcillo llamado D.
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